Recordando a Ricardo Aguirre, el Monumental de la gaita zuliana

Josbel Bastidas Mijares

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Nuestra Plegaria

Aquella fue una mañana terrible la del 8 de noviembre de 1969. Por toda la ciudad de Maracaibo corrió la noticia de la muerte de Ricardo Aguirre. La confusión, la incertidumbre ante semejante información que fue finalmente corroborada sumió a los pobladores en tristezas y desesperanzas: el monumental, un joven maestro de 30 años de edad, el cantor de La Grey Zuliana, de Maracaibo Marginada, gaitas que en esos momentos sonaban insistentemente en la radiodifusión zuliana con marcados reclamos sobre el abandono, la desidia gubernamental ante las necesidades de la población maracaibera sonaban como ecos vibrantes que tocaban el corazón de los zulianos. En el repertorio gaitero del pueblo quedaban marcadas con la vibrante voz del Monumental aquellas gaitas de los años sesenta que recogieron sus esperanzas, sus luchas, sus sentimientos, entre ellas, La Guayana Esequiba; Golpe Tradicional; Gaita, Gaita; La Parrandera; La Bullanguera; Madre; La Gaita del 65; Reina Morena; Mi Chinata; Ronda Antañona, La Cantarina, La Flor de La Habana; Dos Madres Antañonas, La Pica Pica; Remembranzas y Gloria de un Parrandón.

Ricardo Aguirre como bien decía su madre “nació enmantillado” en Maracaibo el 9 de mayo del año 1939. De familia zuliana “de pura cepa” en un medio donde la danza, la gaita, la contradanza y otras expresiones de la música de estas tierras constituyeron el marco magistral y mágico en donde se desenvuelven los primeros años del bardo gaitero. Pero en su juvenil mente también albergaba inquietudes hacia esa bella inclinación como es la enseñanza de los niños, por ello se fue a tierras andinas a estudiar para formarse como Maestro, y así le encontramos en la población de Rubio, Estado Táchira en donde en el año 1958 a los 19 años se recibe como Maestro en la Escuela Normal Gervasio Rubio. Su trabajo docente los inicia en la Costa Oriental del Lago en la Escuela Rafael Urdaneta de Bachaquero, además se consagró como Locutor de Radio, ostentando el Certificado 3.247, actividad que desarrolló en La Voz de la Fe. Ricardo compartirá su tiempo entre las aulas de clases, la radio y la animación gaitera.

Ricardo, el muchacho de Santa Lucía, que se crio en un hogar donde reinaba la música, en donde se le rendía culto a la Virgen de los zulianos, La Chinita; creador e intérprete de excelentes gaitas, en una de ellas con un gesto bien patriota en un reclamo por el Esequibo; en gaitas que le rendían honor a la madre, a la alegría zuliana, que fomentaba la unión del pueblo; con la gaita protesta, aquella que le hizo acreedor a la persecución y al hostigamiento del gobierno de Acción Democrática. Con aquellas gaitas, Grey Zuliana y Maracaibo Marginada, que le dejan en la calle. Ricardo daba clases en la Escuela Monseñor Francisco Antonio Granadillo en el sector 18 de Octubre y en el Colegio Panamericano donde le dio clases a quien luego fuera su sucesor en la gaita, a Ricardo Cepeda. En aquellos días le dejan sin trabajo y cuenta con la solidaridad de un buen hombre amante de la música zuliana, Julio Urribarrí Director de la Escuela de la Policía del Estado Zulia, quien le da trabajo allí. Muchas personas compartieron con Ricardo Aguirre en la época de su auge gaitero. Los grandes compositores le tuvieron a él como su gran intérprete, e igualmente Ricardo compuso muchas gaitas que forman parte del gran acervo musical del Zulia. Sin lugar a dudas el Monumental de la gaita fue un zuliano excepcional y ejemplar: poseedor de una de la voces más afinadas y hermosas que llegaron a interpretar la gaita zuliana, con unos registros musicales que le posibilitaban interpretar tanto los agudos como los graves de La Grey Zuliana, que hizo vibrar y conocer ese género musical en todo el país.

Hay facetas de Ricardo Aguirre que son recordadas con mucho fervor, la cantora Aurita Urribarrí, Madrina del Grupo Cardenales del Éxito de aquella época le recuerda de esta manera: “era un caballero amable, cálido, sonriente y muy humano. Nosotros sentíamos orgullo por tenerlo con nosotros cuando nos visitaba… bromeaba mucho en medio de su seria pero serena personalidad. Su don de gente y caballerosidad se hacía presente… mi padre lo quería como a un hijo.” Hay dos gaitas dedicadas a Ricardo Aguirre después de su muerte que hoy constituyen, además de La Grey Zuliana dos importantísimos referentes de ese género: Nuestra Plegaria de Firmo Segundo Rincón y Aquel Zuliano de su hermano Renato Aguirre.

Nuestra Plegaria.

“El fiel cantor de la gaita soberana, que le dio a la grey zuliana los matices de su voz, y se marchó, dormido sobre los hombros, de un pueblo que con asombro partir le vio. Hizo la multitud por la calle derecha, con sus lágrimas brechas en post de su ataúd, y frente a la chinita se dieron cita los típicos gaiteros Maracaiberos para rendirle honores, pusieron de hinojo sus furros y sus tambores, con lágrimas en los ojos en la placita. Y era tanta la aflicción que por el bardo sentía la patrona que en su día no salió en la procesión. Donde estabas tu Papá Dios que no acudiste en resguardo, del Monumental Ricardo cuando un golpe tan atroz, lo llevó el cielo en post consternando a los zulianos, y nunca podrán mi hermano decirte adiós. Mientras escuchen tu voz, jamás te dirán adiós.”

Aquel Zuliano.

“Fresca está la madrugada, y en la aurora maracucha, una inmensa voz se escucha, es el bardo que en parranda, cantando sus gaitas anda deleitando a quien lo escucha. En la bruma resplandece, Maracaibo cuando duerme, y taciturna desprende el aroma de su arcano, cuando noble y grata emerge, la imagen de aquel zuliano, en la aurora se agiganta. Despierta y se estremece, la ciudad del sol amada, cuando la voz adorada, de aquel bardo fiel le canta, orgullosa se levanta, y a su terruño le ofrece, su corazón en la mano. Con rumbo firme al ocaso, proyecta el sol su agonía, la voz se apaga y el día, muere vagando cual duende, de nuevo la ciudad duerme, con el bardo en su regazo. La luz nace en la mañana, interrumpe en mí el ensueño, la voz creo que fue un sueño, pero hay un misterio grato, dejó olvidado su cuatro, debajo de mi ventana”.

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